El día de
la fiesta ya ha llegado. Esta semana ha sido muy rara. Kat no me quería contar
qué fue lo que pasó con Steven, a pesar de que yo le insistía. Estaba como en
otro mundo, no era la misma dicharachera Kat de siempre. A Eliot lo encuentro
extraño, demasiado pendiente de mí, aunque eso en cierto modo me reconforta.
Por otra parte, el trabajo en la cafetería ha sido igual que siempre, pero esta
semana he vuelto a ver al chico del violín tocando frente a la cafetería, al
que no veía desde el día que fui por primera vez. Sigo dándole vueltas a la
cabeza pensando de qué me suena, pero por más que lo pienso no logro caer en la
cuenta.
Esta
mañana fui a comprarme algo de maquillaje y un conjunto para la fiesta de esta
noche. Quiero deslumbrar. El pasado sábado me sentí realmente bien, pude notar cómo
llamaba la atención de algunas miradas y, aunque siempre he pensado que no me gusta
llamar la atención, aquello me gustó. Esta noche quiero que sea igual. Sobre todo,
quiero deslumbrar a Eliot. De nuevo.
Como ya es
costumbre, tras ducharme me aliso el pelo, algo que ya me sale casi perfecto.
Me pongo un vestido corto, algo ceñido, en color rojo, con manga al codo y
media espalda al aire, pero sin escote, ya que éste no es mi punto fuerte.
Después me maquillo, echándome por primera vez sombra de ojos negra. Eso sí,
después de mirar un par de tutoriales en internet mostrando cómo se hace. Por
último, me pongo de nuevo los zapatos negros de tacón de mi madre y me pongo el
abrigo.
En cuanto
estoy lista, Eliot llega con su coche para recogerme.
—Estoy
algo nerviosa —le confieso.
—Qué boba
eres.
—En serio.
Nunca he estado rodeada de gente desmadrada y borracha.
—No te
preocupes, no dejaré que te vomiten encima.
—¿Tú
beberás?
—Supongo
que alguna que otra cerveza, como siempre.
—Odio la
cerveza.
—A mí me
gusta —me reprocha.
—Sólo el
olor... —hago un gesto de asco con mi cara.
—Está
bien, está bien. Tomo nota —dice mientras suelta una risotada.
—¡No, no!
Tú bebe si te gusta. No hay problema.
—Yo no
sólo miro por mí. También miro por los demás.
—Pero no
tiene nada que ver el que a mí me repugne la cerveza con que a ti te guste
beber de vez en cuando alguna.
—Algún día
no muy lejano sí tendrá que ver —me insinúa.
—¿Cómo va
a...? —entonces caigo en la cuenta de a lo que se refiere. Cuando nos
besemos... si ha bebido recientemente, le notaré el olor, incluso el sabor.
Agacho la cabeza tímidamente y me río —Ya. Ahora entiendo.
Entonces
él se ríe y quita la mano derecha del volante y la pone sobre mi pierna
izquierda para dar un pequeño apretón.
En poco
tiempo llegamos a la fiesta. Cuando llegamos, aquello ya está lleno de gente.
La casa aún está decente y la gente, tranquila. Yo andurreo detrás de Eliot
sonriendo a todo el que él saluda.
A lo lejos
diviso a la anfitriona de la fiesta, Jenny. Cuando ella nos ve, o, más bien, ve
a Eliot, deja inmediatamente lo que estaba haciendo y se acerca a él.
—¡Eliot!
Pensaba que no vendrías —exclama entre el sonido de la música mientras le
planta dos sonoros besos. Yo me quedo al lado, sin decir nada.
—Bueno,
pensamos que estaría bien pasarnos un rato.
Entonces
ella se da cuenta de que Eliot viene acompañado por mí.
—Oh —exclama
y me mira con una extraña mirada —.Hola —me saluda secamente.
Yo le
respondo con un gesto de la cabeza y una falsa sonrisa.
—Quitaos
los abrigos.
—¿Dónde
los dejamos? —pregunta Eliot mientras ambos nos los quitamos.
—Los subiré
a mi habitación para que estén más seguros.
Entonces
se los cargamos a ella.
—Uf, ¿me puedes
ayudar Eliot?
—Claro —responde
él extrañado mientras vuelve a coger uno de los abrigos.
—Tú sírvete
y ponte cómoda. Esto... —me hace ver que no sabe mi nombre.
—Alison —le
recuerdo.
—Alison.
Enseguida volvemos —dice ella finalmente.
Así que
Eliot se marcha con Jenny para dejar los abrigos y yo me quedo ahí sola, y miro
a mi alrededor. Busco a Kat, incluso a Steven, pero ninguno de ellos parece ser
que haya llegado. Me muevo en busca de asiento. Los chicos me saludan y las
chicas ponen cara rara al verme. Todos los sitios posibles para sentarse están
ocupados y lo único que queda es uno de los brazos del sofá, así que me siento
ahí tímidamente observando a los demás. Entonces, un chico se me acerca y
comienza a hablarme.
—Hola. ¿No
te apetece tomar algo? —me dice simpático. —Gracias, pero mejor espero a que
vuelva mi... ¡amigo! —digo al encontrar la palabra adecuada para mencionar a
Eliot.
—Tú
“amigo” no se va a morir por que tengas una bebida cuando vuelva.
Me lo
pienso, y lleva razón. Me doy cuenta de que últimamente dependo mucho de Eliot.
—Es
verdad. ¿Qué hay? —pregunto más animada.
—Cerveza,
vodka... —se para a pensar—. Jenny es tan exclusiva que ha comprado champán.
Supongo que más bebidas alcohólicas pero no me preguntes, a mí de la cerveza y
el vodka no me saques.
—No, no
quiero alcohol. ¿Dónde puedo coger un refresco?
—Ven,
vamos a buscar algo —me indica mientras me coge del brazo para levantarme.
Yo cedo
aunque no muy convencida por si Eliot no me encuentra luego. Vamos a la cocina
y yo me quedo mirando cómo él empieza a rebuscar por todos sitios, hasta que
encuentra una Coca Cola y me la sirve en un vaso con hielos.
—Gracias —le
digo amablemente.
—Entonces
eres una chica light.
—Sí. El
alcohol no es lo mío.
—Haces
bien. Ups, perdona, me llamo Jeremy.
—Ah, yo
Alison. Encantada.
—Igualmente.
¿Y con quién has venido? —dice mientras me guía de nuevo hasta el salón con
todos los demás.
—Con
Eliot.
—No tengo
ni idea de quién es Eliot —dice—. ¿De qué conoces a Jenny?
—Bueno,
estamos en la misma clase, aunque más bien es Eliot quien tiene más contacto
con ella.
—Y este
tal Eliot también está en tu clase, ¿verdad?
—Sí.
—¿Dónde
está ahora?
—Ha ido a
dejar los abrigos —digo mientras diviso a Kat entrar y la saludo con la mano
para que venga.
—¿Eliot es
tu novio?
—No —respondo
sin poder evitar escapar una sonrisa.
—¿Tu amigo
especial?
Demasiadas
preguntas.
—Bueno...
—Oye, no
quiero ser metomentodo, pero sólo te quiero avisar de que Jenny es una lagarta.
Yo tengo novia, y Jenny se ha intentado entrometer entre ambos millones de
veces.
—¿Entonces
qué haces en esta fiesta?
—Porque todos
mis amigos están invitados y he venido para estar con ellos, no a la fiesta de
Jenny. Es que te vi entrar con Eliot, y luego los he visto marcharse juntos...
por eso he venido a hablarte.
—Vaya —digo
un poco sorprendida—. Pues gracias.
Él se ríe
y continúa hablándome. Yo le escucho aunque sin dejar de mirar a Kat, a quién
de repente se le cruza en su camino Steven. Se paran a hablar y luego se dan
media vuelta y se marchan. Yo me quedo tensa y preocupada porque aún no sé nada
de lo que ocurre entre ellos, sobre todo desde el pasado sábado. Después
miro por donde Eliot se ha marchado hace ya bastante rato con Jenny, pero no lo
veo venir. Mientras, más gente se va uniendo a la conversación de Jeremy, así
que decido integrarme.
Un grupo
de chicas que se habían unido hace poco a la conversación y que parecen muy
simpáticas empiezan a dirigirme la palabra sólo directamente a mí, dando de
lado a los chicos: que de dónde soy, qué estudio, cuántos años tengo, si tengo
novio, que les encanta mi vestido...
El tiempo
va pasando, y aunque la gente es muy simpática, me empiezo a preocupar porque
Eliot no vuelve, ni tampoco Kat.
Los chicos
me animan a beber alcohol, pero yo me niego, una y otra vez. Hasta que
finalmente me convencen para probar algo mezclado con Coca Cola y que está
realmente dulce. “Por que te bebas uno, no va a pasar nada”, me dicen
continuamente. No tiene mal sabor, así que me acompañan a llenarme un vaso
igual.
Le voy
pegando sorbitos poco a poco y muy pequeños. La gente empieza a bailar subidos
a la mesa y al sofá. Veo parejas besándose en cada esquina, incluso entre
chicas. De vez en cuando veo algo volar por los aires. Pero no me preocupa.
Yo cada
vez hablo con más gente. Termino un cubata. Y me hecho otro. Y después otro.
Eliot sigue sin aparecer, pero ya no me importa. Mi cuerpo comienza a moverse
solo. Baila. Me río. Me quito los zapatos y los meto bajo un mueble. Bailo cada
vez más animada. Algunos chicos se me arriman por detrás y empiezan a
restregarse conmigo, pero yo me aparto, y después sigo como si nada.
De
repente, alguien me coge de un brazo y me hace girarme hacia él. Ah, no. Es
ella. Es Kat.
—¡Tía! —me
grita con una gran sonrisa en la cara.
—¿Dónde
estabas? —le digo, mi lengua trabándose.
—¡Emborrachándome!
—dice eufórica. Sube su vaso y me hace subir mi mano con mi vaso para brindar.
Lo hacemos tan fuerte que un poco de nuestras bebidas se derraman sobre
nuestros brazos. Por suerte, los vasos son de plástico, de lo contrario, los
hubiéramos hecho mil pedazos— ¿Estás borracha? —me pregunta entonces.
—Creo que
sí —grito entre la música. Ambas nos empezamos a reír, nos cogemos por los
hombros y bailamos torpemente juntas. La gente nos rodea, y nos anima—. Tía,
¿qué pasa con Steven?
—Steven es
gilipollas.
—¿Pero qué
pasó el sábado? —le insisto sin dejar de bailar.
—Fui a su
casa, y nos empezamos a enrollar como siempre —. Se para a darle un par de sorbos
a su bebida—. Después me empezó a meter mano y yo le seguí el rollo.
—¿Os
acostasteis? —exclamo sorprendida.
—No, no.
Deja que te cuente. Yo la verdad es que estaba a mil, pero se la quería
devolver. Así que le dije que me gustaba jugar. Él se dejó que le atara las
manos al cabecero de la cama...
—¿Es que
llevabas una cuerda o qué? —la interrumpo.
—¡No! —dice
mientras ríe—. Le quité los cordones a unas cuantas zapatillas suyas, los uní,
y le até muy, muy, muy fuerte a la cama —. Yo me empiezo a reír como una loca
mientras me lo cuenta—. Después le quité los pantalones y...
—¿Se quedó
en calzoncillos? —me río más aún.
—¡Sí! —dice
ella entusiasmada—. Luego le dibujé un cerdo con mi pintalabios en el pecho. Entonces cogí su móvil, y le mandé un mensaje con su móvil a su
prima, la que está estudiando aquí también.
—¿Y qué le
dijiste? —pregunto muy atenta a su historia.
—Le dije… —se
para a terminar su cubata—. Ven a mi piso. Estoy en apuros. Será mejor que
vengas acompañada por más gente. Me fui y dejé la puerta abierta. Lo que pasó
después, ni lo sé, ni me importa.
Entonces
nos reímos las dos como poseídas y nos abrazamos. Nos vamos a rellenar el vaso
con más bebida. Seguimos a lo nuestro, bailando y bebiendo juntas. Nunca me
había divertido tanto. Y nunca la gente se había fijado tanto en mí.
Pasado un
rato, por fin, veo aparecer a Eliot. No sé qué ha estado haciendo todo este
rato, pero, irónicamente, no me importa. Cuando se acerca a mí le doy un torpe
abrazo. Él se ríe, pero luego va tornando su sonrisa a una expresión más seria.
—Has
bebido.
—Síiii —le
digo alargando la palabra.
—Dios,
Alison. ¿Por qué has bebido?
—¡Oye! Tú
bebes cerveza y yo no te digo nada.
—Pero yo
no me emborracho. Mírate cómo estás —. Inmediatamente, toda mi alegría se
esfuma. Me siento ofendida por sus palabras—. Vamos, tiene que darte el aire
fresco —. Me quita el vaso de la mano y lo suelta bruscamente en el primer
sitio que encuentra. Me coge del brazo y me guía hasta la calle.
Una vez
fuera, nos apoyamos contra su coche. Nos quedamos en silencio un largo rato.
Noto la tensión entre nosotros. Una vez han pasado los minutos y el gélido aire
ha despejado un poco mi cuerpo, comienzo la conversación, aunque aún sigo
borracha y balbuceo tontas palabras.
—¿Qué has
hecho con Jenny?
—¿No
pensarás algo raro, no? —. No le respondo, sólo miro al suelo—. Alison, cuando
hemos entrado en la habitación, ha empezado a contarme no sé qué de un tío que
le gusta y ha empezado a llorar. Me daba cosa dejarla ahí sola y la he estado
consolando —casi me grita.
—¿Y por
qué tienes que consolar tú a una chica que ni siquiera es tu amiga?
—¿Recuerdas
el día que nos conocimos, cuando te vi llorando? —me recuerda, el dolor
mostrado en su voz.
Me paro a
pensarlo. Sí, el día que la abuela fue ingresada. Pero yo, en vez de
aceptarlo, le reprocho más todavía.
—Has
estado más de una hora con ella.
—No. Con
ella he estado muy poco. El resto del tiempo lo he pasado con Steven, que me lo
he encontrado.
—¿A quién
va a intentar tirarse ahora?
—A nadie.
Lo del sábado pasado fue una cagada. Metimos la pata hasta el fondo.
—¿Qué
dices? —exclamo. De repente, unas profundas náuseas suben por mi estómago.
Eliot me mira, sabiendo lo que me ocurre. Sólo espera a que se me pase o
vomite. Respiro profundamente y las náuseas desaparecen— Lo siento —me rindo
ante Eliot—. Me he pasado.
—¿Te has
pasado echándome cosas en cara o con la bebida?
—Con las
dos cosas. Pero más con la bebida —admito.
—Por ser
la primera vez, te lo dejo pasar. Pero que no haya una segunda vez —me advierte,
como si fuera un padre.
—Gracias.
¿Me puedes dar un abrazo? —casi le ruego.
—Eso no me
lo tienes que pedir —dice mientras se dirige a abrazarme con fuerza. Yo le
agarro también con mucha fuerza. Apoyo la cabeza en su hombro y cierro los
ojos. Nos quedamos así casi un minuto. Siento su respiración junto a mi oído.
Entonces,
mi cabeza se levanta de su hombro, y mi nariz va recorriendo su cuello y su
cara hacia arriba hasta que me paro frente a él y me dispongo a besarle.
Automáticamente,
él me quita la cara, y me pone delicadamente sus dedos en mi boca.
—Alison,
quiero que me beses cuando después vayas a recordar nuestro primer beso.
No digo
nada y volvemos a apoyarnos en el coche. Al cabo de un rato, cuando ya me
encuentro menos mareada, me acuerdo de Kat.
—Kat...
¿qué estará haciendo?
—Está
bien. Vamos a hacer una cosa. Entramos a por Kat y nos quedamos aquí fuera
hasta que a las dos se os pase la borrachera —. Yo asiento con la cabeza
mirándole con los ojos abiertos como platos, como si estuviera atendiendo en
clase—. Después llamamos a tu madre y le dices que te vas a quedar en casa de
Kat a dormir. Llevamos a Kat a su casa, y tú te vienes a la mía —un gran
cosquilleo me recorre tras decir esto.
—¿Por qué
no puedo ir a mi casa a dormir?
—Porque,
aunque te despejes, se te va a notar que has bebido, y tu padre me matará. Además,
te canta el aliento —bromea.
Yo me río.
Nos disponemos a hacer lo planeado. A la fuerza, sacamos a Kat de la casa y me
quedo fuera con ella mientras Eliot va a por nuestros abrigos. Nos quedamos al
menos media hora sentados en un escalón, hasta que Kat y yo nos sentimos más o
menos bien. Llamo a mi madre, le pido disculpas por la hora y le digo que me quedaré
en casa de Kat a dormir, poniéndole como escusa que se encuentra mal y que no
me fío de dejarla sola. Mamá se lo traga y acepta sin recriminaciones.
Llevamos a
Kat a su piso, le lavamos la cara con agua fría y la acostamos, dejando un cubo
al lado de su cama por si vomita. Esperamos un poco a que se duerma y después
nos largamos a casa de Eliot.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Críticas y comentarios